22 de octubre de 2009
DANAH BOYD:
¿Qué significa pensar en los tipos de organizaciones comunitarias que necesitamos para ayudar a abordar el antisemitismo, todo tipo de incitación al odio y los prejuicios en los espacios digitales? No significa considerar que la tecnología es la causa, sino pensar en intervenciones. Puede culparse a la tecnología y esperar que desaparezca, o puede considerársela una excelente oportunidad para ver qué sucede y trabajar concretamente para abordar la esencia del problema.
ALEISA FISHMAN:
Investigadora de Microsoft y miembro del Centro Berkman para Internet y la Sociedad, de Harvard, danah boyd analiza cómo los jóvenes interactúan en los sitios de las redes sociales, como Facebook y MySpace. A partir de sus investigaciones, hace interesantes observaciones sobre la naturaleza de la instigación al odio en Internet y las tácticas para combatirla.
Bienvenido a Voces sobre el antisemitismo, una serie de podcasts del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos que es posible gracias al generoso apoyo de la Oliver and Elizabeth Stanton Foundation. Soy su presentadora, Aleisa Fishman. Cada dos semanas, tenemos un invitado que reflexiona sobre las muchas maneras en que el antisemitismo y el odio influencian nuestro mundo en la actualidad. Desde Cambridge, Massachusetts, presentamos a danah boyd.
DANAH BOYD:
Sin dudas, las personas que incitan al odio cuentan con nuevas formas de comunicarse. No obstante, debemos plantearnos algunas preguntas sobre lo que está sucediendo. En primer lugar, ¿están reclutando más personas? En segundo lugar, ¿están involucrándose en actividades más peligrosas o dañinas en forma colectiva que como individuos o grupos pequeños? Y en tercer lugar, ¿qué significa poder ver esto en un nivel mucho más amplio? En realidad, quisiera concentrarme en el tercer punto, porque, en cierto sentido, sabemos que existen la instigación al odio y todo tipo de delitos provocados por el prejuicio en todos los Estados Unidos y en el extranjero desde hace mucho tiempo, pero frecuentemente no podemos verlo. Muchas veces no tenemos registro de lo que ocurre. Lo que de pronto vemos en Internet es la lógica que hay detrás de esto, el daño causado, la efectiva diseminación y difusión, y las personas existentes dentro de sus redes. Los sitios de las redes sociales literalmente dejan ver las redes de estas personas que cometen tremendas instigaciones al odio y delitos provocados por el prejuicio. No digo que tener que ver estas cosas sea algo positivo. Pero en términos de intervenir, en términos de abordarlo, creo que es una oportunidad enorme.
Entiendo perfectamente el impulso de prohibir la instigación al odio en todas sus formas, incluido el contenido antisemita. Pero al mismo tiempo, no estoy convencida de que la prohibición nos sirva de algo. De alguna manera, potencia a los que están más involucrados porque los hace actuar en la clandestinidad. Una de las dificultades que presenta Internet es la imposibilidad de controlar un sistema plurilingüe, multinacional y de gran escala, y de prohibir efectivamente esa clase de instigación. La prohibición lo empuja cada vez más hacia la clandestinidad. En ciertos momentos y lugares, el hecho de empujar las cosas cada vez más hacia la clandestinidad tiene su valor. Al mismo tiempo, no estoy segura de que la prohibición realmente resuelva el problema. Podemos hacer que las personas parezcan desaparecer, pero en realidad esto no erradica el odio subyacente. Me preocupa profundamente que cuando no es visible, no advertimos el daño sustancial que produce en toda nuestra sociedad. Personalmente, no considero que la prohibición sea eficaz en el abordaje de los problemas visibles ni realista en términos de prohibición efectiva. Creo que sencillamente se desplazará adonde el control sea más difícil. De alguna manera, en los Estados Unidos puede trabajarse efectivamente con los proveedores de servicios de Internet y allí el desarrollo de estrategias para abordar ese tipo de instigación al odio es realmente mucho más eficaz que trabajar con sistemas ubicados en islas remotas del Pacífico, donde no hay disposición para intentar intervenir.
La instigación al odio se ha hecho muy visible en Internet de diferentes maneras y esto automáticamente atemoriza a las personas, porque las hace pensar que hay más instigación al odio, no que es más visible. No es evidente que haya más odio, pero definitivamente sí que hoy el odio es más visible para más personas que en generaciones anteriores. Además, hay diferentes respuestas. Una respuesta sería: “La tecnología es mala y es la causa de todo esto. Para detener el odio hay que poner un freno a la tecnología”. Otro enfoque sería: “Aceptemos la visibilidad del odio e intentemos intervenir en un nivel mucho más profundo”. Sin embargo, todo esto tiene otro giro interesante: gracias a que los jóvenes son testigos de este tipo de instigación al odio, de hecho se están dando cuenta de que el mundo no es tan prometedor como piensan. Además, en lugar de dar por sentado que el antisemitismo se solucionó hace 50 años o que los problemas de prejuicios en todas sus expresiones ya no son una dificultad en nuestra sociedad, son testigos del hecho de que el odio todavía constituye una dificultad constante, y ello moviliza a algunos jóvenes a difundir un mensaje de tolerancia y a comprometerse con algún tipo de activismo. Esto me da mucha esperanza. Los jóvenes que reconocen el lado oscuro del mundo son unas de las personas que con más pasión se dedican a cambiarlo, porque les queda toda la vida por delante. El hecho de que crezcan sabiendo que el odio aún no desapareció permite que los entusiastas de la tolerancia asuman un verdadero compromiso.