15 de marzo de 2007
DEBORAH LIPSTADT:
La negación del Holocausto es una forma de antisemitismo. No es otra cosa más que antisemitismo. Porque si uno lo piensa, el Holocausto tiene el dudoso honor de ser el genocidio más documentado de la historia humana. Así que tenemos tanta evidencia de tantas partes que hay que preguntarse, si existe toda esta evidencia, ¿por qué esta gente lo niega? ¿Cuál es su motivo para negarlo? El único motivo para negar el Holocausto es inculcar y promover el antisemitismo.
DANIEL GREENE:
Aunque escribió una historia sobre la negación del Holocausto, Deborah Lipstadt ha encontrado antisemitismo en teoría más que en la práctica. Pero cuando David Irving, una persona que niega el Holocausto, demandó a Deborah Lipstadt por difamación en una corte británica, experimentó lo que ella llamó “un mundo de diferencia entre leer sobre antisemitismo y vivirlo en carne propia". El juicio de tres meses de duración, que atrajo la atención internacional, le impuso a Lipstadt el papel de defensora y testigo, presentando una nueva versión de los argumentos falsos detrás de la negación del Holocausto.
Bienvenido a Voces sobre el antisemitismo, una serie de podcasts gratuitos del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos. Soy Daniel Greene. Cada dos semanas, invitamos a una persona para que reflexione acerca de las diversas maneras en las que el antisemitismo y el odio influyen en nuestro mundo actual. Aquí presentamos a la historiadora Deborah Lipstadt.
DEBORAH LIPSTADT:
En 1993, publiqué un libro llamado Denying the Holocaust: The Growing Assault on Truth and Memory. En él dediqué quizás, en total, una página a un hombre llamado David Irving, que era escritor de obras históricas, un ciudadano británico. Y, desde 1988 en adelante, él había expresado abiertamente su negación del Holocausto, diciendo que el Holocausto era una leyenda, que él había visto evidencia de que nunca ocurrió, etcétera, etcétera. Por lo tanto, no pensé que hacía nada ofensivo cuando dije que el hombre negaba el Holocausto. Me demandó por difamación en Inglaterra cuando el libro apareció allí. Yo era la acusada; yo no lo demandé. En cualquier caso, como era un caso británico, me vi forzada a defenderme. Si lo hubiese ignorado, él lo habría ganado por omisión, e, ipso facto, él podría haber dicho que su versión del Holocausto era una versión legítima.
El juicio duró doce semanas, y al final ganamos con una victoria rotunda. El juez dictaminó que cada una de las declaraciones de David Irving acerca del Holocausto era falsa. El juez usó palabras como “farsa”, “engañoso”, “falso”, “infundado”, “injustificado”. Fue realmente un golpe devastador, devastador a la negación del Holocausto, demostrando cómo es -- que no es una cuestión de opinión, que no es una cuestión de dos bandos, sino una cuestión de personas mintiendo descaradamente acerca de la historia.
Había tenido el privilegio, en cierto nivel, de defender la historia de las personas que habían padecido un sufrimiento tremendo y a veces el sufrimiento máximo, por supuesto, la muerte, en manos de los alemanes y sus aliados. Y, como David Irving le había dicho al New York Times en un momento, él “me había sacado de la línea para ser fusilada”. Y yo dije que si alguien tenía que hacer esta tarea, estaba satisfecha de haber sido yo.
La gente siempre puede sentarse en silencio y decir, tú sabes, esto no tiene nada que ver, este no es mi problema, para no tener que responder. Pero, creo que ante un mal como este, no existe la neutralidad, decir que uno es neutral es participar en el mal. Por lo tanto si uno quiere ser tildado de ayudar al autor, uno puede quedarse en silencio. Pero si quiere ser tildado de haber hecho una diferencia, de haberse enfrentado al mal, creo que hay que combatir los prejuicios, y entre esos prejuicios, se debe combatir el antisemitismo.