4 de septiembre de 2014
GREGORY SPINNER:
Maus, subtitulada A Survivor’s Tale (Relato de un sobreviviente), es una obra sumamente sofisticada. Creo que, con Maus, las personas que no habían crecido leyendo historietas pensaron por primera vez que las tiras cómicas tenían esta posibilidad.
ALEISA FISHMAN:
Gregory Spinner empezó a leer historietas cuando era niño, lo que lo llevó a descubrir historias serias y profundas en el arte gráfico que no eran para nada infantiles. En Skidmore College, dicta cursos sobre novelas gráficas y hace poco trabajó como curador en una exposición con Rachel Seligman, denominada “Graphic Jews: Negotiating Identity in Sequential Art” (Judíos gráficos: negociación de la identidad en el arte secuencial). Hoy Spinner dialoga con nosotros sobre la decisiva tira cómica Maus y la creciente expresión de la identidad judía en las historietas.
Bienvenidos a Voces sobre el antisemitismo, una serie de podcast del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos que es posible gracias al generoso apoyo de la Oliver and Elizabeth Stanton Foundation. Soy Aleisa Fishman. Cada mes, tenemos un invitado que reflexiona sobre las muchas maneras en que el antisemitismo y el odio influencian nuestro mundo en la actualidad. Desde su oficina en Skidmore College, llega la voz de Gregory Spinner.
GREGORY SPINNER:
Muchos de los creadores de historietas, en particular los de historietas de superhéroes, eran judíos. Por ejemplo, las personas que crearon “Superman” y “Batman”, así como algunos de los personajes más conocidos, eran artistas y escritores judíos. El género surge a mediados de los años 30. En los 40 ya estaba en pleno auge y muchos de los personajes fueron alistados en la lucha contra las potencias del Eje. Creo que lo que vemos en los héroes de historieta no es a los judíos comportándose de una forma típicamente judía. En cambio, vemos a judíos que son muy estadounidenses, y esta es una forma de expresar su patriotismo, en lugar de una expresión de sensibilidad étnica o religiosa.
Me parece que lo que realmente cambió el panorama para las tiras cómicas fue la cara cambiante de Estados Unidos hacia fines de los 60. La contracultura surgió con el sentido de que las personas ya no pensaban que su mayor logro sería el de adaptarse a la sociedad, si es que por adaptarse entendemos ser blanco, anglosajón o protestante. Surgieron varios movimientos, como la liberación femenina, el Black Power (Poder Negro) y otros tantos que hicieron que la gente se sintiera más cómoda al expresar una identidad que no fuera la de los blancos anglosajones y protestantes. Creo que eso es lo que cambia con la llegada de las historietas, el hecho de que las personas pueden contar sus propias historias sin tener que aspirar a un solo modelo de estereotipo estadounidense.
Maus: A Survivor’s Tale (Maus: Relato de un sobreviviente) cuenta la historia del padre de Art Spiegelman, Vladek. Vladek narra la historia mientras Art la graba en una vieja grabadora de casetes. Son memorias del Holocausto. En cierta forma, la historia se lee como si el mismo Vladek narrara sus experiencias hasta el momento en que lo toman prisionero y lo internan en los campos de concentración. El relato adopta el estilo caricaturesco en el que los judíos aparecen dibujados como ratones y los nazis como gatos. También aparecen otras nacionalidades; por ejemplo, las ranas representan a los franceses; los perros, a los estadounidenses, y los cerdos, a los polacos. Cada animal representa a su respectivo pueblo en términos visuales.
En Maus, Art Spiegelman retoma las antiguas imágenes antisemitas —los tropos retóricos y visuales en los que los judíos son parásitos— y las invierte, de manera que se tornan contra sí mismas. Así es como lleva la solapada propaganda nazi al extremo de lo literal para exponer su lógica errónea de un racismo en el que cada nación o etnia es representada como una especie en sí misma.
Toda la historia contribuye a los dibujos en los que puedes colocar a los animales más divertidos en las situaciones menos graciosas, tal como el genocidio. Al contrario de lo que se podría suponer, al dibujar a las personas como si fueran animales parlantes, se resalta su aspecto humano. En cierta forma, les permite hablar con voces reales y no como caricaturas o estereotipos, lo que los vuelve a humanizar de manera eficaz.
Nunca ignoré nada sobre el Holocausto. Claro que eso no puede ser literalmente cierto —porque no nací con ese conocimiento—, pero sí me familiaricé con el tema desde muy pequeño. Era algo tan inherente a la identidad de mi familia que no recuerdo la primera vez que alguien me habló sobre el Holocausto. Solo lo supe desde siempre. Crecer siendo judío en Estados Unidos implicaba el conocimiento de que el mundo era capaz de esta clase de odio, y uno no podía simplemente olvidar que era así. Leer Maus no implicó una presentación del Holocausto. Creo que tener una identidad con la que te sientes cómodo significa que conoces una determinada historia. Sin duda, la del Holocausto es una historia sumamente perturbadora. Aun así, dentro de esa enorme sensación de incomodidad y terror, uno puede empezar a sentirse cómodo con el hecho de que tiene un lugar en esa historia. Eso significa que esa historia no muere en el silencio y en lo innombrable, y que uno tiene una voz.
Para dar un ejemplo, en la última página de Maus, Vladek, el padre de Art, le da un final típico de los libros a la historieta. Estas son sus palabras: “Y vivimos felices, felices por siempre”. El lector, que conoce todas las páginas anteriores, sabe que esto es totalmente falso. Es esa clase de transparencia que caracteriza a Maus lo que hace que sea tan importante. Así como es importante dar testimonios sobre el Shoah (Holocausto), ese evento tan abominable que significó la destrucción de millones de personas, la historieta nos lleva a reflexionar sobre lo que implica volver a contar el pasado, y vemos que todo acto de recordar y registrar la historia ocurre simultáneamente con el de editarla. Me parece que ese complejo entramado de perspectivas es una riqueza que Maus aporta a lo que conlleva hablar sobre el Holocausto, o sobre cualquier acontecimiento histórico con el que tenemos que volver a luchar una y otra vez, y que no podemos simplemente relegar al pasado como si no resonara constantemente en el presente.