10 de abril de 2008
MARGARET LAMBERT:
Fui elegida para representar a Alemania en las Olimpíadas. Y estuve en el equipo olímpico desde 1934 hasta 1936, hasta que me echaron. Se me permitió competir tres veces en esos dos años. Y les gané todas las veces.
DANIEL GREENE:
En 1936, Margaret Lambert, campeona en salto en alto, estaba preparada para ganar una medalla en los Juegos Olímpicos de Berlín. Justo un mes antes de que comenzaran los juegos, el Partido Nazi le informó a Lambert, conocida en ese entonces como Gretel Bergmann, que no se le permitiría competir. Lambert, que ahora tiene 94 años y vive en Queens, recientemente miraba fotografías y recuerdos de la década de 1930.
Bienvenido a Voces sobre el antisemitismo, una serie de podcasts gratuitos del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos que es posible gracias al generoso apoyo de la Oliver and Elizabeth Stanton Foundation. Soy Daniel Greene. Cada dos semanas, invitamos a una persona para que reflexione acerca de las diversas maneras en las que el antisemitismo y el odio influyen en nuestro mundo actual. Desde su casa en Nueva York, presentamos a Margaret Lambert.
MARGARET LAMBERT:
Cuando tenía 19 años, me enviaron a Inglaterra porque en Alemania no veíamos futuro para mí. Y allí me hice un poco famosa.
Y el día de los Campeonatos Ingleses, mi padre vino a verme. Tenía un mensaje para mí de que debía volver a Alemania o sino podría haber consecuencias.
Primero dije que no iba a volver, y mi padre me explicó que podría haber problemas para la familia. Así que decidí volver.
Y volví a Alemania a condiciones espantosas. No se admitían judíos en restaurantes, cines, en ningún lado. Y aunque era miembro del equipo femenino olímpico de Alemania, no se me permitía entrar a un estadio. No podía practicar.
Creo que la única razón por la que me fue tan bien fue mi ira. Pero fueron tiempos muy pero muy difíciles porque estaba muerta de miedo, pensaba: ¿Como se librarán de mí? Porque sabía que no iban a dejarme competir. Eso lo sabía.
Esto era propaganda pura, que yo era judía y que se me dejaba competir. ¿Como podría ser que entre 100.000 personas gane una chica judía? Yo estaba convencida de que iba a ganar, y no es que sea presumida. Es la verdad. Y entonces pensé que quizás alguna noche vendrían y me quebrarían las piernas o algo así. Cualquier cosa era posible. Cualquier cosa era posible.
Y creo que desde el momento en que recibí la carta que decía que me querían en el equipo olímpico alemán, ellos ya tenían pensado exactamente cómo iban a deshacerse de mí. Dirían que yo me había lesionado y que no podría competir. Y por supuesto era todo mentira. Todo era mentira.
Tuve tanto miedo cada día de mi vida. Y al mismo tiempo quería derrotarlos con tantas ganas que era increíble.
Bien, ésta es la carta que recibí dos semanas antes de que empezaran las Olimpíadas, donde me dijeron que no era lo suficientemente buena y que no podría competir.
Esperaron hasta que los estadounidenses estuviesen en camino, y nadie pensaba que se pegarían la vuelta si esta carta llegaba a mi casa.
No he mirado estas cosas en mucho tiempo.
El salto en alto de las Olimpíadas de 1936 se ganó con (un salto de) un metro sesenta. Esto demuestra que yo saltaba un metro sesenta, la misma altura con que se ganaron las Olimpíadas. Aquí me decían que no era lo suficientemente buena, y aquí hay un artículo de periódico del 29 de junio en el que dice que yo igualé el récord alemán. Y lo pegué allí para demostrar que no fueron exactamente justos.
Así que ese fue el final de la cuestión.
Éste es un álbum de recortes. Estas son todas las cosas que he ganado: uno, dos, tres primeros puestos, cuatro primeros puestos, dos segundos puestos creo.
Esto es lo que escribieron sobre mí. No me dieron ínfulas. Así que allí es donde gané el campeonato, aquí, dos de ellos. Ve que podría haber sido muy presumida si lo quería. Esa soy yo, y aquí puede ver, las que corrieron contra mí no las puede ver aún, y eran sólo cien yardas!
Solía soñar mucho y siempre había 100.000 personas y yo estoy esperando para hacer el salto en alto. Y luego llega el anuncio: “Preséntese para el salto en alto”. Y yo no puedo moverme.
Y solía despertarme y estar tan enojada conmigo misma. ¿Por qué no puedo olvidar todo esto ahora? Pero fue una pesadilla real durante mucho, mucho tiempo.
Aquí hay una pequeña cantidad de las medallas que gané. Debería haber una con una esvástica, que es mi favorita. Aquí está.
Esa es la que gané cuando salté un metro sesenta. Esa es la esvástica, justo en el medio. Y es mi posesión más preciada. 1936.
Pensé que si renunciaba, dirían: “¿Ven lo que pasa con los judíos? No valen nada”.
Y yo les dije: “Les voy a enseñar una lección les guste o no”. Y así lo hice.
No era sólo una victoria física, sino una victoria moral que un judío pudiera hacerlo mejor que todos los alemanes juntos. Incluso hoy, de alguna manera es una gran satisfacción para mí. No sé por qué. Debería olvidarme de todo esto y pensar en qué voy a cocinar esta noche.