21 de mayo de 2009
GREGORY GORDON:
Creo que es importante hacer saber al mundo que las palabras matan. Son una parte esencial del genocidio. Y que, si no se enjuicia a los emisores de estos horribles mensajes, lo más probable es que ocurra otro genocidio en cualquier momento.
ALEISA FISHMAN:
En su calidad de abogado, Gregory Gordon ayudó a procesar los casos contra los “medios” que fueron hitos en Ruanda, en los que la retórica del odio, difundida por radio, estaba directamente vinculada al genocidio del pueblo tutsi. Como Director del Centro de Estudios sobre Derechos Humanos y Genocidio en la Universidad de Dakota del Norte, Gordon ha escrito acerca de la relación que existe entre la retórica del odio y el genocidio, y también ha escrito recientemente un artículo sobre la llamada del Presidente de Irán a eliminar a Israel de la faz de la tierra. Gordon cree que las lecciones aprendidas en Ruanda se podrían aplicar en Irán y en otros sitios para evitar que se establezcan estas tácticas de incitación.
Bienvenido a Voces sobre el antisemitismo, una serie de podcasts del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos, que ha sido posible gracias al generoso apoyo de la Fundación Oliver y Elizabeth Stanton. Me llamo Aleisa Fishman y seré su presentadora. Cada dos semanas recibimos a un invitado para reflexionar sobre las muchas maneras en que el antisemitismo y el odio influencian nuestro mundo en la actualidad. Desde Grand Forks, Dakota del Norte, les presento al profesor Gregory Gordon.
GREGORY GORDON:
Los expertos hablan de las etapas del genocidio. Y que es absolutamente esencial deshumanizar a las víctimas. Y eso se puede hacer a través de imágenes. Se puede hacer a través de palabras. La gente se convierte en una entidad en el momento en que los perpetradores finalizan su tarea. Y después de un tiempo, la población se vuelve insensible a la idea de eliminar esta entidad foránea. La radio, los periódicos, los medios de comunicación en general, se pueden utilizar en distintos momentos. Y se utilizaron de esa manera en la Alemania nazi. Y se utilizaron de esa manera en Ruanda.
Había una estación de radio que la gente asociaba con el genocidio en Ruanda que se llamaba RTLM, que era una estación de radio extremista hutu que transmitía llamados directos a la gente para que asesinara. Había llamadas que daban información a la gente en los bloqueos de las carreteras. Había transmisiones que acusaban a los tutsis de querer hacer las mismas cosas que los extremistas hutus estaban haciendo. Y tenían el efecto de asustar a la población e incitar aun más a la violencia. Y, al final, estas transmisiones tuvieron un efecto tremendo en las personas comunes de Ruanda que fueron llamadas a hacer cosas horrendas, a matar a sus vecinos, a mutilarlos con machetes. Y tiene que haber una cierta cantidad de acondicionamiento mental anterior, para que esta gente esté dispuesta o sea capaz de hacer algo así. La radio tuvo un papel clave en eso.
Se instó a la Corte Penal Internacional a que hiciera una distinción muy clara entre lo que es el discurso, la libertad de expresión permisible, y lo que es la incitación criminal. La incitación criminal no es sólo una llamada directa en términos explícitos para matar a personas. Es raro que sea así. Normalmente son llamamientos más indirectos interpretados por las personas que escuchan como incitaciones al asesinato o la destrucción. Y nos pidieron que analizáramos el objetivo, el texto, el contexto y la relación entre el orador y el sujeto.
No queremos que vuelva a ocurrir otro genocidio. Y creo que, desde la perspectiva de decir la verdad, uno de los aspectos más importantes de lo que están haciendo los tribunales criminales internacionales es registrar lo que sucedió, para que las generaciones futuras puedan estudiarlo. Y cuando veamos que se están izando las banderas de alarma, cuando veamos estas señales de advertencia, tenemos que actuar.