6 de mayo de 2010
LOUISE GRUNER GANS:
Los seres humanos no son naturalmente buenos ni naturalmente malos. Son una combinación de ambas cosas. La idea es tratar de controlar la parte mala. Y en cierta medida las leyes, especialmente nuestras leyes, se ocupan bastante de ello. Eso es bueno.
ALEISA FISHMAN:
Louise Gruner Gans es sobreviviente del Holocausto y jueza retirada del Tribunal Supremo de Nueva York. Sus experiencias con el prejuicio han influido en su trabajo como abogada y jueza, y en su visión de la importancia de proteger nuestro sistema jurídico contra lo que ella llama “odio arbitrario”. Las experiencias de la jueza Gans le recuerdan que debe mantenerse una perspectiva humana de la ley.
Bienvenido a Voces sobre el antisemitismo, una serie de podcasts del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos que es posible gracias al generoso apoyo de la Oliver and Elizabeth Stanton Foundation. Soy Aleisa Fishman. Cada mes, tenemos un invitado que reflexiona sobre las muchas maneras en que el antisemitismo y el odio influencian nuestro mundo en la actualidad. Presentamos a la sobreviviente del Holocausto y jueza retirada, Louise Gruner Gans.
LOUISE GRUNER GANS:
Diría que mis primeros recuerdos del antisemitismo se remontan a la década de 1930 en Alemania, ante una inesperada serie de hechos. Había lugares a los que no podíamos ir por ser judíos. Por ejemplo, había un gran cine que proyectaba películas de Shirley Temple y no podíamos ir. La sinagoga a la que asistíamos fue incendiada. Pasamos caminando y vimos cómo la estrella de David se incendiaba.
El prejuicio es simplemente un error; es cruel y hace daño. Cuando era una niña pequeña, si me miraba en el espejo, no veía en mí nada diferente. ¿Por qué no podía ir a ver a Shirley Temple? No tenía sentido. Era absurdo. Al principio es Shirley Temple, pero después te dicen cómo vivir, con quién vivir, con quién casarte y dónde trabajar. Es absolutamente arbitrario e irrespetuoso de la dignidad humana, la dignidad que cada persona quiere tener y quiere que se le reconozca.
Procuré hacer todo lo que estuviera a mi alcance como abogada y jueza para contribuir a una sociedad justa para todos los grupos. Yo sentía empatía con los oprimidos, lo cual, por supuesto, incluye el antisemitismo, pero también el racismo en general. Al convertirse en juez, se jura defender la ley; no puede ignorársela. Pero es importante cómo se escucha a las personas. Cómo se garantiza que el jurado escuche a las personas. Esa es una función muy importante que un juez debe cumplir. Yo intentaba encontrar el equilibrio entre mis obligaciones de defender y hacer cumplir la ley, y mi criterio basado en mi propia experiencia. Me costaba enviar a las personas a la cárcel. Efectivamente me costaba mucho, porque yo había estado en la cárcel, no solo en el gueto o en el campo de concentración, sino en prisiones comunes. Debido a que se supone que los jueces no deben tener antecedentes penales, casi ningún juez estadounidense estuvo jamás en la cárcel; por lo tanto, eso me hacía diferente. Es decir, en muchas áreas, quién uno es tiene consecuencias.
Los estereotipos no se basan en una conducta de un individuo sino en la pertenencia a un determinado grupo. La actitud que se asume en una evaluación tiene repercusiones. Por ejemplo, ¿damos por sentado que ciertos tipos de personas siempre mienten y otros no? Eso es un estereotipo. Diferente es cuando procuramos basarnos mucho más en factores individuales.