26 de Marzo de 2008
Fritz Gluckstein habla de varias situaciones de riesgo que vivió con los nazis en Berlín, del tiempo que pasó en un centro de detención de la Gestapo en Rosenstrasse 2 4 y de la posterior manifestación pública que produjo su liberación. En la protesta que ahora se conoce como la Protesta Rosenstrasse, un grupo de alemanes no judíos desafiaron al Tercer Reich y salvaron de la deportación a sus cónyuges judíos e hijos “Mischling”, tras una manifestación no violenta que duró una semana.
Esta página también está disponible en inglés.
LA TRANSCRIPCIÓN COMPLETA
“Cuando estábamos adentro, las esposas no judías y también algunos esposos hicieron una manifestación. Se manifestaron para exigir nuestra liberación”.
NARRADOR:
Más de sesenta años después del Holocausto, el odio, el antisemitismo y el genocidio todavía amenazan a nuestro mundo. Las historias de vida de los sobrevivientes del Holocausto trascienden las décadas, y nos recuerdan que permanentemente es necesario ser ciudadanos alertas y poner freno a la injusticia, al prejuicio y al odio, en todo momento y en todo lugar.
Esta serie de podcasts presenta fragmentos de entrevistas a sobrevivientes del Holocausto realizadas en el programa público del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos llamado En primera persona: conversaciones con sobrevivientes del Holocausto.
Fritz Gluckstein habla con el presentador, Bill Benson, de varias situaciones de riesgo que vivió con los nazis y de su detención de una semana en Rosenstrasse en 1943.
BILL BENSON:
Como ya nos contó, pudo continuar yendo a la escuela hasta 1942, cuando las escuelas se cerraron. Luego comenzó a trabajar y no pasó mucho tiempo antes de que viviera su primera situación de riesgo.
FRITZ GLUCKSTEIN:
Exactamente, sí. Un día, mi madre acompañó a unos amigos al punto de reunión para que los deportaran. Los hombres de las SS le preguntaron: “¿Y usted qué está haciendo aquí?”. “Ayudando a los judíos”. “Seguro que tiene un esposo judío o algo así. Bueno, mañana, deben presentarse en el punto de reunión del centro”. Antes ese lugar era un asilo de ancianos.
A la mañana siguiente, mi padre y yo nos presentamos y nos pusieron en una habitación con otras diez personas. Estaban sentadas en unos colchones. Como dije antes, el comandante era el famoso capitán de las SS de Viena, Brunner, llevado a Berlín para acelerar las cosas. Él no nos permitía acostarnos durante el día.
Se levantaba y trataba de descubrirnos en falta. El policía común que vigilaba el edificio venía y nos avisaba: “¡Ahí viene! ¡Levántense! ¡Levántense!”. Hay que destacar que, de habernos descubierto en falta, lo mínimo que podría habernos pasado era que nos llevaran al frente oriental. Después de una semana, me dijeron: “¡Baje para que el Capitán Brunner lo interrogue!”.
Recuerdo que mi padre me preparó para la terrible experiencia: “Fritz, no seas arrogante ni hostil. Responde todo lo que te pregunten, pero no te ofrezcas como voluntario para nada”. Todavía recuerdo esa oficina. Yo estaba sentado detrás de una silla. El oficial de las SS que estaba a su lado, aprendiendo el oficio, de hecho en seguida trató de descubrirme en falta: “¿Su madre es judía?”.
“No”. Me hizo algunas preguntas y luego me dijo: “Vete y preséntate a un trabajo decente”. Salí y, para mi sorpresa, mi padre estaba allí. Salimos a la calle y suspiramos aliviados. Recuerdo la fecha exacta: 24 de enero de 1943, cuando cumplí 16 años. Después de eso, tuve que trabajar en una fábrica.
BILL BENSON:
Después de su interrogatorio el día que cumplió 16 años, como mencionó, comenzó a trabajar en una fábrica.
FRITZ GLUCKSTEIN:
En una fábrica, pero por poco tiempo. Trabajábamos para la Fuerza Aérea. Una mañana, era un sábado, se abre la puerta y aparece un oficial de las SS. “Salgan, todos”. Nos subieron a unos camiones y nos llevaron a un ex salón de baile; y allí nos quedamos. En realidad, unos oficiales de la Policía Criminal vestidos de civil nos interrogaron a mí y a un amigo, y nos dejaron ir.
No deberían haberlo hecho, pero nos dejaron ir. “Salgan de aquí. No queremos verlos”. Mi amigo y yo salimos a la calle a las ocho de la noche, infringiendo la ley. Estaba prohibido que los judíos estuvieran en la calle después de las ocho. No era una ley escrita; pero se sabía porque se corría la voz.
A la mañana siguiente, me fui a casa. A mi padre lo habían escogido para trabajar en otra fábrica. Mi madre se había ido con su tía. Le envié un telegrama diciendo que sería prudente que volviera pronto. Había que recoger las tarjetas de ración a fin de mes. Era sábado; el lunes fui a buscar las tarjetas de ración.
En la oficina de las tarjetas ración, todo el mundo usaba una estrella. Nos recogieron en un camión y nos llevaron a un punto de reunión. Era el punto de reunión donde unos años antes había celebrado mi Bar Mitzvah, mi confirmación. Y de allí me enviaron a otro punto de reunión en el centro, que era Rosenstrasse.
Pertenecía a la comunidad judía, y allí estaban los esposos y los hijos de los matrimonios mixtos. Nos pusieron en una habitación, a 15 ó 20 personas, sin colchones. Allí pasábamos el tiempo, especulando qué nos pasaría. Hacíamos cola para usar el baño porque las instalaciones eran insuficientes. Después de una semana nos dijeron: “Quedan liberados”.
BILL BENSON:
Estuvieron allí una semana.
FRITZ GLUCKSTEIN:
Una semana. Cuando bajé, para mi sorpresa, encontré a mi padre. Debimos esperar hasta que los empleados de la comunidad judía completaran los formularios para la liberación que luego tenía que firmar el comandante, el Sargento Snyder. Todavía lo recuerdo. Mi padre iba caminando delante de mí. Nos miró y dijo con desprecio: “¿Usted ha sido juez? Seguramente ha arruinado la vida de muchas personas”.
“Bueno —dijo mi padre—, espero que no”, y salimos. ¿Y por qué nos liberaban? No lo sabíamos. Nuestra habitación no tenía ventana o no tenía ventana hacia el frente. Cuando estábamos adentro, las esposas no judías y también algunos esposos hicieron una manifestación. Se manifestaron para exigir nuestra liberación.
Primero vino la policía y trató de dispersarlos. Volvieron a reunirse y vinieron las SS. Tenían ametralladoras. Vinieron una y otra vez, pero no se movían. Y esto se puede comprobar en el diario del Ministro de Propaganda e Información, Goebbels, quien dijo: “Con estos sucesos, no es un buen momento; lo haremos después; lo más oportuno es en 1943, después de la batalla de Estalingrado”.
Nos dejaron ir. Incluso hay una película llamada Rosenstrasse. Es una adaptación, pero aun así describe bastante bien lo ocurrido. Luego integramos los grupos de trabajo; limpiábamos después de los asaltos aéreos.
BILL BENSON:
Pero esa manifestación realizada por las esposas y algunos esposos fue inusual, ¿verdad?
FRITZ GLUCKSTEIN:
Absolutamente. La única en el Tercer Reich.